Desde que estamos en el vientre de nuestra madre, nuestro crecimiento y evolución es lineal, basta finalizar nuestra infancia para que naturalmente empecemos a ser cíclicos (tanto hombre somo mujeres) y con ello una vida que podemos hacer tan caótica o tan sencilla como cada uno de nosotros elijamos.
Cuando estábamos pequeños nos decían: si no sabe, pregunte. Pero cuan hacíamos muchas preguntas nos mandaban a callar, a unos discretamente a otros de manera directa y contundente. Con esto, preguntar era un acto heroico para unos y tonto para otros, hasta que por protección se volvió mejor opción suponer/ asumir/ interpretar. Suponer lo que dijo la profesora al final de la clase porque no escuché, suponer que si la primera vez te prestaron algo, las subsiguientes no había que volver a preguntar, suponer que te “conocen” y leer la mente del espos@/ novi@/ amig@ es un don, etc.
Ya no somos niñ@s, hacer preguntas claras, desde el adulto, mejora nuestra comunicación y vamos soltando el hábito de hacer suposiciones. Las suposiciones son intoxicaciones auto-inducidas, representan un gasto de energía que no es necesario, ocupan nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro tiempo, invaden nuestro espacio y el de otros hasta que colapsamos o hacemos colapsar las relaciones, incluso con nosotros mismos.
Estamos cargados con tanta información que evitar hacer suposiciones no es tarea fácil pero la maestría se gana a través de ponernos en acción, un día a la vez.
Byrlly P.